La sala 108 del Pabellón 9 de Ifema, el de BioCultura, este fin de semana pasado, se convirtió en El Manicomio, el espacio físico y emocional de BioCultura dedicado a una cultura sin censuras, plural, profunda, reflexiva y dinámica. Diferentes propuestas de diversos de tipos pasaron por El Manicomio, el espacio para “los locos más cuerdos” de la sociedad.
¿Qué es el El Manicomio? Es una sala en la que, dentro de la programación de BioCultura Madrid 2022, pasaron diversas cosas desde el viernes 4 de noviembre al domingo 6 de noviembre. Debates con diferentes visiones dentro del propio mundo ecologista; conciertos con artistas de diversos estilos y de contrastado prestigio; presentaciones de películas; sesiones de relajación a la hora de la siesta con flautistas de notable arte; cinefórums de películas insólitas… En El Manicomio, acondicionado al estilo de un café cantante contemporáneo, se han citado los/as locos/as que están muy cuerdos. No encajar del todo en el mundo moderno es, en cierta forma, un síntoma de cordura, pues, para vivir acorde al universo de la modernidad, es necesario estar totalmente desquiciado. Un espacio libre de transgénicos, de pesticidas, de colorantes y saborizantes, de drogas y fármacos, de ideologías, de política… Un espacio para la reflexión, para la sabiduría, para la música, para el baile y para el humor…
PERSONA (NO) HUMANAS
El viernes, la programación empezó con el pase de la película “Personas (NO) Humanas”. Buena entrada sobre la historia de una oranguntana y una chimpancé (Sandra y Cecilia) que han pasado prácticamente toda su vida en una prisión sin haber cometido ningún delito. Su caso ha sentado precedentes judiciales. Se les han reconocido los derechos de Persona No Humana. Interesante debate.
SÁBADO, MÚSICA Y DANZA
El sábado fue un día de mucha música y danza. La jornada empezó con un concierto de Antonio Enzan y su flauta sakuhachi. También muy buena entrada, a pesar del horario. Pero la idea era esa… Un concierto de relajación a la hora de la siesta. Magistral estuvo Enzan. Su actuación, además, fue muy pedagógica y pudimos saber muchas cosas que desconocíamos sobre el mundo de la cultura japonesa. Más tarde, la gran bailarina Cristiane Azem dio un taller de danza titulado “Telúrica”. Unas 35 personas estuvieron bailando al son de músicas irresisteblemente bellas (nada de reggaetón y afines) intentando emular las vibraciones y los movimientos del mundo natural. El día concluyó con el concierto de Eduardo Paniagua (trío) + Cristiane Azem. El público abarrotó la sala y se quedó gente fuera. Fue un concierto lleno de emoción, belleza y espiritualidad profunda. Repertorio dedicado a las tres tradiciones del Libro y muchas aires sufís. Al salir, una señora comentaba: “Todavía estoy levitando. Las piernas no me tocan al suelo”.
UN DOMINGO MUY REFLEXIVO
Jordi Miralles y María Vecino, el domingo por la mañana, abrieron fuego con la presentación de “Simplicidad y arte en el morir”. Hoy, se muere mal, sin conciencia… Y luego, para colmo, las empresas funerarias hacen contigo lo que quieren, ante la inercia de la no toma de decisiones de la familia, que, en muchas ocasiones, está en shock. Por no hablar de la huella ecológica fatídica de todo ello… Se llamó en la charla a morir de otras maneras, a tener las cosas previstas, a no dejar que hagan contigo lo que les venga en gana, y a prever algunas cosas trascendentes, para no dejarle el muerto (nunca mejor dicho) a los seres allegados, que no saben qué hacer, qué decidir, etc. Se llamó a nacer bien y a morir mejor. Interesantísimo debate sobre uno de los grandes tabús en Occidente: la muerte. Luego, llegó Nicolás Olea y nos dio precisos datos de cómo la exposición a tóxicos tiene tremendas consecuencias para la salud. Se centró en las mujeres y en la exposición a productos derivados del petróleo. Fue una charla demoledora, realmente. Casi dos horas de datos totalmente espeluznantes. Y la gente siguió hablando con Nicolás tras la ponencia, ya fuera de la sala. Dijo Olea, con su sacrosanto humor andaluz, que, habida cuenta de todo lo que está pasando en el mundo, El Manicomio debería llamarse El Frenopático. Magistral Olea y todas sus reflexiones. Repitió Antonio Enzán llevándonos a las nubes con el sonido de su shakuhachi, con sus sonidos inspiradísimos y telúricos, ante una nutrida y entregada concurrencia, entre los que vimos a notables compositores de música contemporánea. Seguimos con la película “Dejen de prohibir que no alzanzo a desobedecerlo todo”, del delirante Gonzalo García Pelayo. Posterior coloquio con Rubén Caravaca (agitador cultural), sobre “undergrounds” invisibles y nuevas formas de contracultura. Cerramos día y feria con Ensemble Musicantes. Preciosos y delicadísimos sonidos medievales, interpretados con precisión y gracia, ante un público que volvió a abarrotar la sala. El Manicomio es el único lugar del mundo donde se reúnen los más cuerdos. Es un espacio imaginal más que físico.
Javier Bolufer