La agricultura ecológica, biológica u orgánica, se ha desarrollado a partir de la aportación de numerosas personas. Su base se encuentra en la idea de que sólo un suelo fértil puede producir plantas de calidad sin necesidad de utilizar productos de síntesis.
El pionero fue Sir Albert Howard (1873-1948), agrónomo y militar inglés, especialista en hongos del suelo y que había observado el mal que producía en los organismos del suelo el mal uso de fertilizantes y plaguicidas. Estuvo destinado en la India, en la ciudad de Indore, donde observó cómo el método tradicional de cultivar la tierra había permitido mantener la fertilidad del suelo durante siglos. Trabajando con campesinos indios desarrolló el sistema de compostaje "Método Indore" que fue utilizado por muchos agricultores de Asia, África y América del sur durante los años 30. En 1940 publicó el libro "Testamento agrícola" en el que se explica la relación entre el reciclaje de los residuos orgánicos, la vida del suelo y la salud de las plantas y animales.
El mensaje de Howard fue recogido por agricultores, consumidores y científicos de Europa, principalmente de Francia, Suiza y Alemania. La agricultura ecológica se extendió por toda Europa en los años 80 y sirvió de inspiración para la elaboración de las normativas oficiales que regulan la producción. Por eso, actualmente la mayoría de movimientos alternativos se engloban dentro de la denominación común de agricultura ecológica.
La Comisión Europea define la agricultura ecológica como:
“La agricultura ecológica se basa en una serie de objetivos y principios, así como prácticas comunes diseñadas para minimizar el impacto humano en el medio ambiente, mientras asegura que los sistemas agrícolas actúen de la forma más natural posible”
Estos principios son:
Rotaciones de cultivo como una forma eficiente de utilizar los recursos locales.
Límites muy estrictos en el uso de pesticidas, antibióticos, aditivos alimentarios y otros productos.
Prohibición del uso de organismos modificados genéticamente.
Aprovechar los recursos locales como el estiércol como fertilizantes o la producción de alimentos para los animales de granja.
Elegir plantas y animales resistentes a enfermedades y adaptados a condiciones locales.
Cría de animales al aire libre respetando su comportamiento natural.
