Los expertos de la Comisión Europea calculan que existen en el mercado más de 230 etiquetas que, supuestamente, permiten a los consumidores comparar el impacto ambiental de todo lo que compran. Sin embargo, han detectado que muchas de ellas se basan en sistemas de verificación deficientes, lo que permite el “greenwashing” o “lavado de cara verde” a gran escala.