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18 de septiembre de 2024OPINIÓN/PEDRO BURRUEZO
“Idas y venidas del movimiento antivacunas”
Pedro Burruezo reflexiona sobre la manera en que la puesta en tela de juicio de la vacunación sistemática ha ido cambiando socialmente. O, al menos, de cómo sus principios han sido adoptados por colectivos cada vez más alejados de la justicia social, la armonía con la Naturaleza y la equidad entre los humanos. Grupos de extrema derecha reivindican ahora la antivacunación. Signos inequívocos de un mundo que ha perdido totalmente el norte.
La mejor y más eficiente farmacia está dentro de tu propio sistema
Robert C. Peale
Tuve a mi primera hija, Sara, a los 24 años. Entonces, yo no sabía nada sobre vacunas y, para mí, la industria farmacéutica era una aliada de la Humanidad en la búsqueda de la salud y la paz. Eso creía. Mi esposa de entonces, la madre de Sara, no lo tenía tan claro. Y me invitó a reflexionar sobre el asunto. Empecé a investigar. Estamos hablando de hace 35 años. Al final, vacunamos a la niña en sólo aquello que era estrictamente necesario según la legislación de la época.
DUDAS Y PREGUNTAS
Pero seguí investigando. A medida que me adentraba en el asunto, las dudas crecían. ¿Las vacunas nos habían salvado de muchas enfermedades o había sido el progreso en las condiciones higiénicas sociales lo que mejor había luchado contra las infecciones? ¿Eran las farmacéuticas verdaderamente unas aliadas de nuestra especie en busca de la salud o han primado desde siempre en sus intereses… los números de las cuentas bancarias de sus inversores? ¿Está todo dicho y todo escrito sobre los peligros de algunas vacunaciones, sus efectos secundarios y sus riesgos? Nunca he sido una persona totalmente antivacunas. Procuro regirme por el sentido común. Estoy en contra de la vacunación sistemática. Pero, en según qué casos, una vacuna puede protegernos de ciertos peligros. En cualquier caso, prudencia, reflexión, consulta a los especialistas, huir de los extremismos (vengan de donde vengan)…
HACE TRES DÉCADAS
Hace tres décadas, empecé a tener contacto con profesionales de la sanidad y de la ecología que se oponían a las vacunaciones sistemáticas y al uso y abuso de las farmacéuticas en estos asuntos, en connivencia con instituciones internacionales presuntamente “buenistas” y políticos vendidos al poder de la dictadura alopática. La mayoría de las personas con las que hablé me parecieron personas muy prudentes, sensatas e informadas. Algunos de ellos/as eran doctores que ya empezaban a ver que la industria farmacéutica escondía, en muchas ocasiones, intereses oscuros. Otras personas eran simplemente ciudadanos que, antes de vacunar a sus hijos, demandaban información y buscaban alternativas, habida cuenta de los riesgos ya citados. En su mayoría, podríamos decir que eran personas que aspiraban a tener vidas alternativas a la sociedad de masas, buscadores de la justicia social, enamorados de las culturas ajenas… Muchos y muchas eran ovolacteovegetarianos, consumidores de productos “bio”, ecologistas, pacifistas, anarconaturistas, etc. En su mayoría, eran apolíticos, pero estaban más cerca de la izquierda que de la derecha. Algunos de ellos incluían en sus argumentos contra la vacunación sistemática… ideas de índole profundamente espiritual. En muchas de las conferencias a las que asistí observé que, afortunadamente, no había una oposición radical e irracional contra la vacunación, sino contra el método, los argumentos y los fines que se encontraban detrás del sistema vacunal en la nueva cultura global. Me sentía cómodo entre aquellas personas. No compartía todas sus inquietudes, pero sí muchas de ellas.
LA DERIVA
Pero ahora todo ha cambiado. La oposición a la vacunación sistemática ya no está protagonizada por aquellas personas más o menos centradas y sensatas cuya oposición al sistema vacunal entraba dentro de una ecosfera que incluía éticas y estéticas altruistas y solidarias. Ahora, es la extrema derecha quien protagoniza los llamamientos a la no vacunación. Todo lo acontecido con el Covid-19 levantó una marea antivacunal en el mundo que algunos grupos extremistas supieron aprovechar para captar a más ciudadanos y, con la excusa de los riesgos de las vacunas, captarlos para propuestas más belicosas y aberrantes. Y no venían de la izquierda, vaya que no. Sino de los nuevos movimientos nazis. En Alemania, por ejemplo, los llamamientos a la no vacunanización contra el Covid-19 y otras patologías estuvieron y están protagonizados por grupos como La Tercera Vía. Los miembros de este partido ultra están siendo vigilados por las autoridades, que los consideran muy peligrosos. Esta formación neonazi fomenta el odio contra los extranjeros y cualquiera que se oponga a sus ideas. La Tercera Vía está especialmente activa en Sajonia, uno de los bastiones europeos de los antivacunas. La Tercera Vía ha sabido derivar el descontento popular contra la dictadura alopática hacia ideologías extremas de diversa índole y con diferentes fines. En Estados Unidos, los antivacunas dan la nota de mil formas posibles y se apuntan al carro de Trump. La congresista Marjorie Taylor Greene, por ejemplo, en su día, hace no tanto, lanzaba encendidas soflamas contra algunos supermercados que segregaban a sus trabajadores según si estaban vacunados o no. En España, Losantos estallaba recientemente contra los “nazis en paro”, “antivacunales”… que están intentando tomar las riendas de VOX y de las gentes de Abascal. En algunos lugares del planeta, jóvenes antisistema bienintencionados, pero ingenuos, están siendo aglutinados en grupos que dan pavor por sus arengas y hasta por sus estéticas. ¿Se puede pasar de ser perro-flauta “new age” a aprendiz de discípulo hitleriano en menos que canta un gallo? Sí, desgraciadamente.
YATROGENIA
Tenemos derecho a alzar nuestra voz contra todo aquello que entendemos erróneo y fraudulento en el nuevo sistema sanitario global, que peca, de per se, de yatrogénico. Pero tenemos que estar vigilantes y ojo avizor para que nuestras demandas y nuestras quejas no sean aprovechadas por grupos de extrema derecha que aprovechan el descontento social en ciertas temáticas para lanzar sus apisonadoras ideológicas en las que meten todo en el mismo saco. Por todo lo explicado hasta ahora, es necesario ser decoroso, tener cuidado, y, al levantar la voz contra la vacunación sistemática y los excesos alopáticos, tener conciencia y no contribuir a la adyacencia con movimientos ultra y a su visibilidad. En más de una ocasión, a veces, desvestimos a un santo para vestir a otro. O, dicho de otra manera, es peor el remedio que la enfermedad. La periferia es lícita, claro. Pero en la frontera y la irredención conviven todo tipo de gentes que se oponen al sinsentido de algunas de las normativas estatales y sanitarias con movimientos nazis que, al calor de la impopularidad de algunas leyes, barren para casa porque saben que, a río revuelto, ganancia de pescadores. Así que ojo: “No estamos locos. Sabemos lo que queremos”. Ni nazis, ni fundamentalistas del terraplanismo, ni majaretas desnortados, ni gigolós de la ignominia, ni cafres del nihilismo. Nosotros somos gente prudente, sensata, estudiosa, bienintencionada, equitativa, justa, que aspira a un mundo nuevo, sí, pero sin cometer los mismos errores que en el pasado…
Pedro Burruezo