Una investigación de la UOC y de otras universidades, publicada en una revista de Nature, pide una visión más holística de las personas mayores para favorecer su bienestar en medio de las altas temperaturas. Un artículo de Roser Reyner publicado en los medios de la Universitat Oberta de Catalunya.

El año pasado murieron en España 2.155 personas por causas relacionadas con las temperaturas extremas. En 2022, el número de muertes superó las 3.000. Ese verano, un grupo de investigadores observó de cerca cómo un grupo de personas mayores en Madrid y Varsovia, Polonia, se enfrentaban a las temperaturas abrasadoras. Estas observaciones llevaron a la publicación de un artículo en la prestigiosa revista “Nature. Humanities and Social Sciences Communication”. Esta investigación es innovadora porque combina la antropología y la física para descubrir cómo las personas mayores en las ciudades afrontan el calor extremo. La conclusión: sus creencias, su estado emocional, su historia de vida, su situación financiera y los materiales utilizados en sus construcciones son claves. La misma temperatura puede ser experimentada de muchas maneras diferentes, incluso por la misma persona. Cuando se enfrentan a un calor extremo, las personas mayores (que son más vulnerables) necesitan una mayor preparación de la ciudad, en lugar de recomendaciones restrictivas. "Una alerta de ola de calor no es el fin del mundo y las personas mayores son activas y adaptables, pero tenemos que hablar de qué necesita cada grupo de la ciudad y cómo podemos ayudarnos unos a otros", afirmó Paloma Yáñez Serrano, antropóloga visual, autora principal del artículo e investigador postdoctoral en el Laboratorio de Transformación Urbana y Cambio Global (TURBA Lab) del Instituto Interdisciplinar de Internet de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC-IN3). "No se trata tanto de estimar una temperatura en grados, sino de ver qué hace la gente con esa temperatura. Para diseñar un protocolo de actuación ante las olas de calor hay que tener en cuenta la termocepción, es decir, la percepción del calor y del frío. El calor es una experiencia individual y si queremos cuidar a esta población altamente vulnerable, debemos entenderlo mejor", añadió.

20 PARTICIPANTES Y UNA PELÍCULA
Publicado a principios de esta primavera, el artículo forma parte del proyecto EmCliC, que Yáñez está llevando a cabo junto con expertos de dos universidades polacas y dos centros de investigación noruegos. EmCliC tiene como objetivo unir varias disciplinas para abordar el desafío del calor extremo exacerbado por el cambio climático. El equipo de expertos que produjo el artículo incluía antropólogos y físicos, una combinación que supuso todo un desafío. La investigación se centró en personas mayores que viven en ciudades consideradas islas de calor urbanas, es decir, donde las temperaturas son significativamente más altas que en su entorno rural como consecuencia de la actividad humana.

MADRID Y VARSOVIA
Este es el caso de Madrid y Varsovia. El equipo estuvo en estrecho contacto con diez personas en cada ciudad durante los veranos de 2021 y 2022. Los conocieron bien e instalaron sensores en sus casas para registrar la temperatura. Los investigadores pudieron analizar cualitativa y cuantitativamente las experiencias de calor extremo de los participantes y las medidas que tomaron para afrontarlo, como encender el aire acondicionado, cerrar las persianas, usar una toalla mojada o rociarse con agua. Yáñez incluso hizo una película de la gente de Madrid. "Es como si la ciudad no estuviera diseñada para las personas y el calor, [...] como si las soluciones al calor hubiera que buscarlas dentro de casa, porque la ciudad no tiene ni los medios ni los recursos", dijo uno de los personas en la película.

ANCIANOS INCOMPRENDIDOS
Según Yáñez, aunque las recomendaciones generales para episodios de calor extremo y olas de calor tienen sentido, los participantes del estudio sintieron que su situación no fue bien comprendida por las autoridades que las formularon. "A cada recomendación tenían un 'pero'. Les dijeron que redujeran la actividad física, pero algunos tenían que hacer ejercicio y salían por la mañana. Les decían que se quedaran en casa y que sus familias los cuidarían, pero muchos no tienen familia ni medios para mantener el aire acondicionado encendido todo el día, por lo que la temperatura en sus hogares podría ser más alta que afuera. Se les dijo que no bebieran alcohol, mientras que la mayoría estaba ansiosa por salir a tomar una cerveza fría", dice la experta. Yáñez explicó que algunos sintieron que estaban de vuelta en la pandemia: "Dijeron que el desequilibrio climático era la última excusa para encerrarlos. Fueron muy críticos con la estructura urbana, el cierre de parques y la tala de árboles, y mostraron una conciencia de la región que muchos jóvenes tal vez no posean".

UNA INSPIRACIÓN
En este sentido, el antropólogo visual nos invita a inspirarnos en las personas mayores en la forma en que utilizan los recursos energéticos. "Aquellos con niños se quejaron de que sus hijos venían y subían las persianas, sabiendo muy bien cuándo debían bajarlas para crear ese efecto de cueva. Es un conocimiento que está en su piel, en su experiencia de vida", dijo. Algunos, añade Yáñez, eran incluso demasiado "estoicos", soportando el aumento de las temperaturas sin pensar en su bienestar. Yáñez planea continuar trabajando en la intersección de disciplinas científicas para comprender y superar mejor las situaciones creadas por el cambio climático.

Roser Reyner, publicado en los medios de la Universitat Oberta de Catalunya.