Montserrat Llobet se estrena en esta atalaya informativa como articulista de opinión lanzando el primero de una serie de artículos desde los que se nos llama a crear ejércitos de paz.

Dos guerras conmocionan a Europa y reactivan movimientos de solidaridad y de “No a la guerra”. La de Ucrania generó la primera conmoción por la proximidad geográfica y emocional que inevitablemente nos remite a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra Fría que nos dejó. La de Gaza… la segunda conmoción por el ensañamiento de unos enfrentamientos que tienen sus orígenes al término de la Primera Guerra Mundial (año 1917 con la Declaración Balfour) y siguieron después de la segunda.

CONSECUENCIAS
Lo primero que provoca cualquier guerra es una crisis alimentaria para quienes la padecen, y, en el caso de Ucrania, gran exportadora de alimentos, un incremento de precios en el mercado internacional que dificulta aún más el acceso a la alimentación.
La guerra no es la única acción que ataca a la sostenibilidad económica, social y ambiental. Cada día podemos leer noticias en los medios sobre las mujeres asesinadas por sus parejas, los precios bajo coste que a menudo cobra el campesinado por sus cosechas, los fertilizantes y conservantes de los alimentos que provocan problemas de salud, la explotación laboral en las viviendas de uso turístico, la desaparición de las playas atribuida al cambio climático, el impacto de las torres de muy alta tensión y las vías de comunicación en los ecosistemas naturales y humanos, las armas blancas incautadas en las calles, o el incremento de la tasa de residuos en Catalunya y el vertido masivo de residuos en los países que son nuestros proveedores. Una lista que nunca termina.

CSRD
Europa intenta dar pasos hacia la sostenibilidad con la aprobación de directivas como la CSRD[1] que obliguen a las empresas a informar sobre sus impactos ambientales, sociales y de gobernanza (ASG). Lógicamente las empresas del sector de la alimentación también deben cumplirlas. Ahora bien, resulta difícil avanzar con el espeso tejido de relaciones comerciales internacionales que existen entre las propias empresas con los gobiernos y con las entidades. Todas ellas, sin ser demasiado conscientes de ello, utilizan recursos humanos y materiales en sus compras cotidianas, quedando implicadas en todo tipo de ataques a las personas y al medio ambiente.

PEQUEÑOS Y GRANDES ACCIDENTES
Quizás el caso de compra más transversal en todos los sectores de actividad es el uso de la energía. Si recordamos la explosión de la plataforma Deepwater Horizon, en abril de 2010 en el Golfo de México, el vertido de petróleo produjo graves daños a los ecosistemas marinos y de ahí grandes pérdidas económicas en el sector pesquero, del que se alimentaban muchísimas poblaciones americanas y de todo el mundo, así como grandes pérdidas en otros sectores como el turístico. Este accidente tuvo mucho eco por las muertes humanas que dejó y su envergadura, pero es habitual que las energías fósiles, incluida la nuclear, provoquen pequeños o grandes accidentes.

LO MÁS INSOSTENIBLE
La guerra es la actividad más insostenible que podemos encontrar; por tanto, tiene todo el sentido del mundo que pongamos los esfuerzos necesarios para evitarlas haciendo lo que la lógica nos dice: la prevención[2]. De la misma forma que hacemos prevención contra las plagas en los cultivos, los accidentes en la carretera, o los incendios en los edificios, necesitamos pensar e implementar las estrategias más efectivas para evitar las guerras.

LA CIUDADANÍA
¿Qué puede hacer la ciudadanía si las guerras se organizan y deciden desde los gobiernos? La ciudadanía participa en movimientos sociales más o menos activamente. En momentos críticos se activa y puede generar fuertes oleadas de protesta, pero es habitual que los gobiernos las neutralicen con promesas y acaben haciendo la suya. Como ha ocurrido con las protestas del campesinado.
El nombre Ejércitos de Paz puede considerarse un oxímoron[3], dos palabras que en principio no pueden ir juntas porque son contradictorias, y esto puede ser una virtud porque de entrada ya nos llama la atención. No nos deja indiferentes y probablemente nos preguntaremos: ¿Es posible que haya Ejércitos de Paz? La palabra ejército nos hace pensar en soldados armados con armas de fuego. Está claro que los soldados de un ejército de paz deben tener otro tipo de armas, que en lugar de ser una amenaza a la vida sean un reconfortante, generen confianza y tranquilidad. En definitiva, que alimenten la paz.

AUTONOMÍA CRÍTICA
El principal componente de un arma de paz es la autonomía crítica, o la capacidad de intercambiar los puntos de vista que tenemos con las personas de nuestro entorno… para tomar nuestras mejores decisiones. La autonomía crítica nos reconforta y da paz porque, junto a la salud física (fundamentada en una alimentación saludable), son las dos necesidades humanas básicas y universales[4] que tenemos todas las personas. El intercambio crea red social, facilita las relaciones humanas y un entorno ambiental saludable. Si esta autonomía se la apropian los representantes de un municipio, de un país, o de una gran empresa, la ciudadanía se queda sin poder participar en las decisiones que nos afectan en la vida cotidiana[5] y, por tanto, sin satisfacer esta necesidad debido a una acumulación de poder[6] de decisión en pocas manos.

PRIMER ARTÍCULO
Éste es el primer artículo sobre los Ejércitos de Paz. A continuación, publicaremos otros que nos darán más detalles de cómo podemos imaginarlos. En el segundo artículo se proponen diversos tipos de armas de paz alimentadas con autonomía crítica, que se pueden construir a partir de espacios de encuentro para la reflexión crítica sobre cómo alcanzar los retos de la sostenibilidad y, por tanto, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS)[7], entre los que podemos destacar el ODS 2 Hambre cero, el ODS 16 Paz, justicia e instituciones sólidas y el ODS 17 Alianzas para alcanzar los objetivos.

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS ARMADOS
En los espacios de encuentro es donde se puede tejer y “extender una sábana de confianza” que hace posible la sostenibilidad. He tomado esta expresión de Jordi Domingo[8] que, junto a sus compañeros y compañeras cónsules, inició la recuperación del esplendor del Consulado de Mar de Barcelona con la organización del Congreso Internacional de Mediación y Arbitraje (Barcelona International ADR Week – Business Foro) donde hubo, entre otros, un espacio de reflexión sobre herramientas de negociación en la resolución de conflictos armados.

SIGLO XIII
El Libro del Consulado de Mar (s. XIII) se convirtió en el código de comercio del Mediterráneo y a menudo de derecho común de todos los mares del mundo hasta el primer tercio del siglo XIX. Sus ordenanzas y costumbres marítimas y comerciales estipulaban todo lo que podía ocurrir dentro del comercio marítimo, desde pagos, marineros, puertos, etc.
Hoy, los alimentos son una de las mercancías habituales en el comercio internacional y fuente de conflicto por el impacto de los productos fitosanitarios y de los envases-embalajes en el medio (ODS 3)[9], por los bajos precios que se pagan a los agricultores (ODS 8)[10] o por las semillas genéticamente modificadas que no se pueden reproducir (ODS 15)[11]. Sería bueno recuperar todos los valores de las ordenanzas del Consolat de Mar para ponerlas al día y poder gozar de una alimentación más saludable, y de bienes y servicios de todo tipo más sostenibles.

TODOS ESTAMOS LLAMADOS
Todas las personas estamos llamadas a formar parte de los Ejércitos de Paz para tejer e ir extendiendo por todo el mundo la sábana de confianza de la sostenibilidad. El momento idóneo para animarnos a formar parte del mismo es cuando observamos un abuso de poder. Por ejemplo, como cuando Santi Rius encontró indignante que Elon Musk abuse de su poder para influir en el resultado de las próximas elecciones en Estados Unidos utilizando una imagen alterada con IA de la principal candidata:
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10160426449587894&set=a.442658047893&type=3.

Montserrat Llobet

 
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