Desde hace un tiempo, pero cada vez más, las marcas blancas son una realidad aplastante en el sector ecológico; que, por otra parte, ha exportado al mundo convencional productos como las leches vegetales, las hamburguesas veganas y/o las tortitas de arroz. El sector convencional no sólo ha copiado esos productos. Tanto dentro como fuera del sector ecológico, ahora son las marcas blancas las que usurpan el lugar a los productos y las marcas tradicionales de toda la vida en el sector. Vivimos en un mundo capitalista y el mercado manda.
Los informes independientes hablan con claridad: si el sector alimentario convencional consigue precios muy baratos es a base de externalizar los costes de producción. Es el erario público quien carga con los desastres ambientales, sanitarios y sociales que produce la transalimentación global. Pero, en cualquier caso, tal como están las cosas, es obvio que una parte de los consumidores “bio”, acuciados por la crisis y la alta inflación, están también redirigiendo su consumo: buscan rebajas, descuentos, marcas blancas, precios más baratos, etc.
EL PRECIO SÍ IMPORTA
Un estudio de la OCU realizado en junio de 2021 nos mostraba algunas conclusiones claras: los productos ecológicos analizados en diferentes tipos de establecimientos eran en esa fecha, de media, un 77 % más caros que los productos convencionales de marca líder y un 216% más caros que sus equivalentes de marca blanca convencional. Los productos ecológicos de Lidl, Aldi y Carrefour son un 50% más baratos que los de Herbolario Navarro y Merkabio, aunque estas últimas presentan mayor variedad de marcas ecológicas, una mayor oferta que es muy apreciada por los consumidores. Entre las cadenas ecológicas especializadas Veritas destaca, según el estudio de la OCU, por su variedad y por contar con precios más ajustados. Así las cosas, el público busca precios más baratos para poder seguir consumiendo “bio” en el naufragio causado por la crisis. Y ahí… la marca blanca ecológica es una posibilidad a tener/”temer” en cuenta.
LA EVOLUCIÓN
Durante mucho tiempo, las marcas blancas eran algo más habitual del sector alimentario convencional y prácticamente tangencial en el sector ecológico. Pero las cosas están cambiando muy rápidamente. Cuando un producto despunta, unas galletas o una leche vegetal, un cereal o un superalimento, ya tienes a las grandes cadenas e incluso a las plataformas online buscando las maneras de tener ese mismo producto con su propia marca. Tanto es así que esto podría hacer peligrar a algunas de las empresas tradicionales del sector “bio”. Si no se espabilan, serán otros, buscando un margen más alto de ganancia y un precio más bajo para el consumidor, los que elaboren aquellos productos con los que los ahora copiados se dieron a conocer y de los que han estado viviendo hasta la fecha. Para colmo, las grandes cadenas ahorran mucho en mercadotecnia siguiendo esta línea. Tú eres una pequeña empresa, te tiras años picando piedra y pones media vida en la promoción para poner en boga un producto X. Cuando has conseguido que cada vez mas personas lo aprecien… viene un competidor desleal con muchos recursos, le encarga el producto a otro elaborador (o lo hacen ellos mismos) y te colapsa el mercado. Yo a Boston y tú a San Fernando (con el ánimo colgando). Así son las cosas.
LA ETIMOLOGÍA LO DICE TODO
Ecoticias nos informa de algo que desconocíamos y se suma a la polémica con otras informaciones: “Las marcas blancas, cuyo vocablo inglés original tiene una etimología que no deja indiferente, ‘parasit brands’ (parásito de las marcas), son productos más baratos que en principio son copias de productos de marcas conocidas. Un ejemplo sería el sirope de ágave de la marca blanca de Veritas, una empresa de supermercados ecológicos, que salió imitando a producto homónimo de El Granero; o la quinoa de la misma marca blanca que parece la copia de la de Biogran. En principio son productos más baratos, pues carecen de los costes de márketing que toda marca necesita para ser lanzada y comercializada; y, según algunas fuentes, también son más baratos porque la calidad está un poco por debajo del producto original”. En los asuntos organolépticos, las marcas blancas no son tan decorosas, pero, si tu bolsillo no da para más y quieres seguir comiendo “bio”, por algún sitio habrá que tirar….
A LA GREÑA DENTRO DEL PROPIO SECTOR ECOLÓGICO
El asunto de la competencia desleal no sólo se da desde el sector alimentario convencional y sus grandes empresas… hacia el sector ecológico. No sólo es ya que las megaempresas de la transalimentación global copien las ideas de las pequeñas empresas del sector “bio” y las repliquen, sea en convencional o en ecológico (pues tienen varias líneas de producción), con sus propias marcas, sean empresas alimentarias o cadenas de distribución. Es asunto de la greña se da en el propio sector ecológico. Algunas empresas se exprimen la cabeza en busca de ideas y otros vienen y se las copian. Y revientan el mercado con precios más ajustados, lo que, obviamente, también beneficia al consumidor. Y luego… ocurre que incluso muchas marcas conocidas dentro del sector orgánico fabrican marcas blancas para los grandes grupos de distribución del propio sector o no, como El Granero Integral u otras empresas que no son mismamente del sector ecológico, sino del convencional. Todo esto forma parte de una tendencia imparable. Es decir, la comercialización de los productos ecológicos en las grandes superficies. Todo ello implica que algunos valores tradicionales del sector ecológico estén saltando por los aires, aunque, eso sí, los alimentos son más seguros y saludables. Bueno, es lo que hay. La alimentación, también la ecológica, se está globalizando. Hasta el punto de que algunas de las empresas que hasta ahora eran el santo y seña de lo genuino… forman parte ahora de conglomerados de inversión que poco tienen que ver con los orígenes del sector. Al final, uno ya no sabe a quién está comprando ni a quién beneficia con su consumo. Seguiremos informando.
Pablo Bolaño