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11 de abril de 2025“BIOFILIA–JUNGLES AND FOREST”/Koncha Pinós
“Proponemos un camino hacia el equilibrio emocional, la salud integral y la belleza esencial”
“Biofilia y Arte” es una experiencia inmersiva que une neuroestética, naturaleza y creación. A través de la obra del artista Duván López y el diseño cientifico de Koncha Pinós, invita a reconectar con lo vivo. En solo nueve minutos, transforma la percepción, activa la memoria profunda y despierta la conciencia. Todos los asistentes a BioCultura BCN 2025 podrán darse un baño de belleza y paz en “Biofilia – Jungles and Forest” en la Sala 2 de La Farga. Estará abierta los 4 días de la feria.
– ¿Qué es “Biofilia” y cuáles son sus objetivos?
-“Biofilia” es más que un concepto: es una llamada del alma. Es el reconocimiento de que no somos seres separados del mundo natural, sino una expresión más de su inteligencia viva. La palabra fue popularizada por el biólogo Edward O. Wilson, pero su significado trasciende cualquier teoría: es una memoria ancestral que habita en la piel, en la mirada, en el corazón del cuerpo. En una sociedad que ha roto sus vínculos con la tierra, “Biofilia” es bastante revolucionario, como una pedagogía del reencuentro. Su propósito no es sólo generar bienestar, sino restaurar el lazo sagrado entre percepción, conciencia y vida. A través de jardines terapéuticos, instalaciones artísticas, experiencias sensoriales y procesos de investigación, “Biofilia” propone un camino hacia el equilibrio emocional, la salud integral y la belleza esencial. Es un canto a lo vivo, un acto de resistencia frente a la desconexión. “Biofilia y Arte”, que estará en BioCultura BCN 2025, es esa invitación a detenerte y observar la comunión de esos factores.
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DUVÁN
– ¿Por qué esta experiencia la llevas a cabo con Duván? ¿Qué te aporta este artista y cuál va a ser el recorrido de este proyecto?
-Cuando vi por primera vez las selvas de Duván López, sentí que algo profundo se abría. Su obra no es simplemente pictórica, es arquetípica. Él no pinta lo que ve, pinta lo que recuerda. Las junglas de Duván no representan un paisaje externo, sino una travesía interior. Su trazo convoca lo instintivo, lo onírico, lo simbólico. Y eso es esencial para “Biofilia”, porque aquí no buscamos explicar el mundo, sino recordarlo. Duván y yo compartimos una misma visión: el arte no como objeto, sino como portal. Él trae el color, el impulso creador. Yo cuido la estructura, el sentido, la medición de la experiencia. Desde esa complementariedad, nació “Jungles and Forest”, una instalación inmersiva que une neuroestética, espiritualidad y percepción. El proyecto está concebido como una experiencia itinerante por distintos países, culturas y públicos. En cada lugar, lo adaptamos, lo hacemos dialogar con el territorio y medimos sus efectos. Lo que se busca no es solo contemplar, sino transformar: medir cómo nueve minutos pueden cambiar nuestra respiración, nuestras emociones, incluso nuestra manera de ver el mundo. Hemos creído con una visión cartesiana que la ciencia y la contemplación están separadas, pero eso es un error. El error de Déscartes… nunca es tarde para repararlo.
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EN BIOCULTURA BCN 2025
–¿Cómo va a ser “Biofilia” en BioCultura BCN 2025? ¿Qué esperáis de este paso por la feria, en la que habrá un público afín a este discurso?
-BioCultura Barcelona 2025 será un momento clave. Allí presentaremos la exposición-inmersión “Biofilia – Jungles and Forest” en un formato diseñado especialmente para despertar los sentidos. No será una galería tradicional, sino una atmósfera envolvente. El visitante entrará literalmente en la selva simbólica de Duván: caminará entre grandes formatos, escuchará sonidos naturales, tocará texturas, recibirá estímulos sutiles que activan zonas profundas de la percepción. La propuesta se centra en una experiencia de nueve minutos. Nueve minutos bastan para que algo cambie. En ese breve espacio de tiempo, medimos cómo se modifica la atención, el estado emocional, la apertura, el nivel de estrés, el sentido de conexión. Es una especie de “portal”, una tecnología estética que actúa directamente sobre el sistema nervioso y el alma. Lo más impactante es ver cómo, tras esa breve inmersión, muchas personas salen transformadas: más tranquilas, más presentes, más vivas. Y además, en el marco de la feria, presentaré por primera vez mi nuevo libro: “Biofilia y Arte”. Es una obra que recoge años de investigación, experiencia y colaboración con científicos, artistas y terapeutas. En sus páginas defiendo que arte y naturaleza son un binomio inseparable, y que juntos poseen un poder regenerador extraordinario. El libro invita a entender que la belleza no es un lujo, es una necesidad. Que el contacto con lo vivo no es solo deseable, sino urgente. Que crear y contemplar no son opuestos, sino caminos complementarios de sanación. “Biofilia y Arte” propone herramientas, reflexiones y prácticas para que esta transformación llegue a todos los espacios: desde los museos hasta las escuelas, desde los hospitales hasta nuestras casas. En BioCultura esperamos compartir con un público afín, sensible, dispuesto a vivir no solo una feria, sino una experiencia. Porque en tiempos de disociación, volver al cuerpo, a la tierra y a la mirada profunda es un acto de coherencia.
CONCLUSIONES
–¿Nos puedes hacer un resumen de las conclusiones que ya vais obteniendo en las experiencias realizadas hasta la fecha?
-Uno de los grandes logros de “Biofilia – Jungles and Forest” es que no se queda solo en la emoción o la intuición: también se mide. Hemos desarrollado un sistema para evaluar los efectos fisiológicos y emocionales de esta experiencia, incluso en apenas nueve minutos de inmersión. Y los resultados son consistentes y poderosos. Lo que observamos, una y otra vez, es:
- Reducción del estrés y activación del sistema parasimpático.
- Mejora de la coherencia cardíaca, lo que indica regulación emocional.
- Aumento de la atención sostenida y claridad mental.
- Mayor apertura emocional y conexión con uno mismo.
- Despertar de la creatividad y del impulso de expresarse.
- Emergencia del deseo de cuidar la vida y reconectar con la naturaleza.
Lo más conmovedor es que muchas personas, al salir, dicen: “He recordado algo que no sabía que había olvidado”. Eso es biofilia: la memoria viva de la belleza, de la tierra, del origen. ResumiendoM que en 9 minutos escuchando pájaros de la selva colombiana, y viendo las obras de Duván, es el equivalente a 8 horas de terapia.
Koncha Pinós, fotografiada junto a una obra de Duván
DÉFICIT DE NATURALEZA
–¿En qué medida te parece que el déficit de Naturaleza en el ser humano puede provocar o se puede manifestar en patologías mentales y/o físicas? ¿Algún ejemplo?
-El déficit de naturaleza ya es una pandemia silenciosa. Vivimos en ciudades desconectadas del cielo, en ritmos que nos separan de los ciclos naturales. Y eso se paga: con ansiedad, insomnio, depresión, fatiga crónica, dificultad para concentrarse, vacío existencial. Especialmente en niños, se ha observado cómo la falta de contacto con lo natural afecta directamente a la atención, la regulación emocional y la empatía. Pero también en adultos: el alma se encoge cuando deja de mirar al horizonte o de tocar la tierra. Falta de atención, de concentración, de perspectiva, de propósito, de un sí mismo, de comunidad, todos esos eran factores que nos acompañaron en nuestra evolución a través de los siglos. La buena noticia es que la naturaleza no nos exige nada: basta volver. Caminar descalzos. Abrazar un árbol. Cuidar una planta. Observar el vuelo de los pájaros. Y si no se puede salir al bosque, entonces que el arte nos lleve allí. Que una pintura, una imagen, una instalación nos recuerde que seguimos siendo parte de ese mundo más grande, más sabio, más vivo. Y que podemos sanar. Ver solo verde en una pared sana… es más fácil de lo que uno imagina.
EL ARTE, COMO REDENCIÓN
–En lo personal, ¿crees que el arte puede ser redentor, salvífico, ante las disrupciones que provoca en el ser humano la modernidad?
-Sí, absolutamente. El arte es una vía de redención profunda. No porque nos dé respuestas, sino porque nos devuelve preguntas esenciales. Nos obliga a sentir, a detenernos, a recordar lo invisible. Nos ofrece una belleza que no se agota, una verdad que no se explica, pero se siente. En lo personal, el arte me ha salvado muchas veces. Me ha devuelto a mi centro cuando todo afuera se fragmentaba. Y por eso creo en su poder no como entretenimiento, sino como medicina. Como camino. Como espejo del alma. El arte verdadero no quiere agradar, quiere despertar. Y cuando se une a la naturaleza, se vuelve invencible. Porque la naturaleza es arte.
EL VIAJE
–Te pasas el día viajando y has instalado tu residencia en Dubái… ¿Qué te aportan todos esos viajes y tu residencia en Emiratos Árabes Unidos y de qué forma se manifiesta todo ello en tus proyectos?
-Viajar es parte de mi forma de pensar, de crear, de vivir. He habitado selvas, desiertos, ciudades antiguas y montañas sagradas. Cada paisaje deja una huella. Cada cultura, una manera distinta de habitar el cuerpo y el tiempo. Yo soy nómada, formo parte de esos humanos que transmigramos continuamente, intercambiando ideas, creando nuevos campos de conocimiento y contemplando la maravilla de estar vivo. Vivir en Dubái me ha enseñado a convivir con el contraste: la tradición beduina y la tecnología del futuro, el desierto y los rascacielos, el futuro y el silencio. Desde ahí dirijo The Wellbeing Planet, una red de bienestar y conciencia presente ya en 48 países. Dubái es un nodo de conexiones, una plataforma desde la que puedo pensar en grande y actuar en muchos lugares a la vez. Me aporta expansión, silencio del desierto, comunidad. Para mí, en este momento, Dubái es un cruce de mundos, un centro de creación y pensamiento como lo fueron en su tiempo Atenas, Bagdad o Alejandría. Es un lugar donde las culturas se entrelazan, donde Oriente vuelve a alzar la voz con la fuerza de su sabiduría milenaria. Creo profundamente que ha llegado el tiempo de volver la mirada hacia otros centros, más allá del relato anglosajón y blanco que ha dominado el mapa cultural y político del planeta. Porque el mundo no se comprende solo desde Londres o Nueva York, sino también desde Mombasa, Pekín, Varanasi, Kioto o Denpasar. Esas ciudades, esos ríos, esos templos, esas lenguas, ofrecen otra dimensión del mundo: una en la que el tiempo es cíclico, la belleza es medicina y el alma sigue teniendo un lugar. Desde donde construyes tu mapa, construyes tu realidad. Y mi mapa está hecho de rutas antiguas, de conversaciones al borde del fuego, de jardines que se cultivan con la paciencia del espíritu. Mis proyectos son nómadas, como yo: llevan el olor de la selva, el canto del agua, el polvo del camino y la luz del desierto. Son tejidos vivos de experiencia, memoria y visión, que buscan abrir espacios donde lo humano y lo vivo puedan reencontrarse. Porque al final, todo esto no va de arte, ni de ciencia, ni de terapias. Va de recordar quiénes somos. De volver a mirar. De volver a vivir, de Biofilia.
Pedro Burruezo