Pablo Bolaño no deja títere con cabeza. Un artículo escueto, pero demoledor. La sequía es culpa de todos (incluso del propio autor del texto) y sus consecuencias serán devastadoras.
El agua es la única bebida del hombre sabio
Henry David Thoreau
Las consecuencias de la sequía devastadora se van a notar muy pronto en todo el estado. Serán muchas las restricciones en todas partes. Todo el mundo se quejará. Los del campo, los de la hostelería, la ciudadanía… Sin agua, los precios de todo volverán a subir. Los más vulnerables serán los más afectados. Y los políticos nos dirán que no hay nada que temer, que todo está solucionado… Los de las empresas vendrán a vendernos tecnologías y prometernos un futuro de abundancia hídrica. Y, por si fuera poco, los medios difundirán noticias sensacionalistas y, al unísono, afirmarán que el progreso es capaz de solucionarlo todo. Todo mentira.
URGENCIA CLIMÁTICA
Hace tres décadas que, desde The Ecologist y otros medios conscientes, se venía avisando del desastre. Nadie hizo caso. Todo el mundo miró hacia otra parte, excepto una minoría exquisita y concienciada. Todas las predicciones que señalamos en nuestros artículos se han ido cumpliendo una a una. Sin excepciones. El desastre es inminente. Hemos tenido unas décadas de tregua, pero, en vez de aprovechar el tiempo para buscar soluciones efectivas y anticiparnos a la debacle, hemos ido derrochando agua, tiempo, energía e inercias. El ser humano moderno, cuyo coeficiente intelectual está disminuyendo a pasos agigantados, es un ser vivo vendido a comodidades que ponen en peligro la vida digna para las generaciones venideras. Sólo unos pocos elegidos ven con ojos diáfanos en un mundo presidido por la tiniebla. Ahora, el tuerto es el rey.
DISTOPÍA
La distopía está a la vuelta de la esquina. Una distopía que nos hemos ganado con esfuerzo. Porque no se han podido hacer peor las cosas. Y, aunque es evidente que no tienen el mismo grado de culpa un ciudadano de a pie que el directivo de Viladrau (que está dejando exhaustos los recursos hídricos del Montseny, por ejemplo), de alguna manera todos nos hemos puesto al servicio de una sociedad hostil con la Naturaleza que le ha declarado la guerra a la vida y al agua. Viladrau, dicho sea de paso, es propiedad de Nestlé, una empresa que se hizo famosa por sus maquiavélicas intervenciones en África con el asunto de las leches maternizadas, que supusieron un desastre sanitario que afectó a miles y miles de niños y familias. Por si fuera poco, Nestlé es una empresa que colabora con el sionismo asesino. Forma parte de las empresas que las personas concienciadas de todo el planeta están boicoteando para provocar un cambio de rumbo en el plan sionista de invadir gran parte de Oriente Medio. Como decía, está claro que no tiene uno la misma culpa que el directivo de Nestlé, pero no podemos echarle la culpa de todo al estado, a las empresas y a los medios. Hemos sido cómplices de la perfidia.
MIRAR AL CIELO
La destrucción del mundo natural tiene sus fuentes, nunca mejor dicho, en la senda del ser humano moderno, alineada en la adscripción sin fisuras a una visión materialista de la vida. Y de aquellos barros… estos lodos. La distopía total se acerca. Hay que volver a mirar al Cielo, reconectarnos con la Creación y retomar la humildad que tuvieron las sociedades tradicionales. Sólo así podremos aminorar el choque descomunal que la nueva situación provocará para nuestra especie. Porque, si no, lloverán lágrimas. Y serán las nuestras…
Pablo Bolaño