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31 de enero de 2023OPINIÓN/PEDRO BURRUEZO
El ecologismo será espiritual o no será
Pedro Burruezo nos recuerda a los artistas que están apareciendo en los medios en los últimos meses para reinvindicar un ecologismo totalmente alejado de las ideologías materialistas sobre las que se asienta la sociedad a la que dicen combatir. Los artistas, con un lenguaje más emocional y menos estadístico, están tomando el relevo a la hora de transmitir a las masas la necesidad de retornar a una armonía con la Naturaleza que sea verdadera y profunda y, por encima de todo, espiritual, emocional, no racional.
No es el cambio lo que produce dolor; sino la resistencia a él…
Buddha
Están saliendo de hasta debajo de las piedras. Por todas partes. Son músicos, escritores, cineastas, artistas plásticos… Ellos/as están liderando un ecologismo más espiritual, más ligado a ideas religiosas, tradicionales, a emociones, lejos de la fría estadística con que el ecologismo convencional, que intenta combatir a la sociedad materialista con sus mismos esquemas, se ha enfrentado hasta ahora a los grandes problemas que asuelan a la Humanidad… Estamos muy lejos, hoy, de crear una nueva sociedad con paradigmas sobre los que se asiente una verdadera armonía con la Naturaleza capaz de combatir las consecuencias de la sociedad creada por el Homo tecnologicus, un ser humano que niega la existencia de lo sagrado y que ha construido un mundo que se mueve por entero de espaldas a la trascedencia. Pero una minoría, llamémosle selecta, empieza a despertar.
ADRIAN PARR
La cineasta, filósofa y presidenta de Agua y Asentamientos de la Unesco Adrian Parr ha estado recientemente en BCN para organizar su exposición en el Centre d’Art Santa Mònica. La han entrevistado en varios medios. En La Contra de La Vanguardia, a colación de las preguntas de Lluís Amiguet, ha señalado: “La ciencia nos avisa de que nuestros hijos y nietos sufrirán la crisis climática, pero, para que todos adquiramos el nivel de compromiso necesario para frenar la degradación de la Tierra, no basta con la ciencia. Necesitamos arte, cine, filosofía, periodismo, y, por supuesto, poesía, literatura, ficción, ensayo, televisión… Que conviertan la ciencia en emoción y después en acción y esa acción en hechos y votos para frenar el calentamiento”. Y ha añadido: “Yo he buscado en la poesía, el cine, la literatura y el arte cómo generar esa sensación de pérdida inminente y de emergencia, porque es la única que nos puede salvar”. La filósofa ha sentenciado: “El neoliberalismo interfiere constantemente en la forma en la que abordamos el cambio climático. Lo hace a través del libre mercado, la concentración de riqueza, el individualismo y la competitividad masiva, entre otros. El sistema nos ha hecho creer que dejando de comprar bolsas de plástico, conduciendo coches híbridos y reciclando más, podremos acabar con la crisis medioambiental. Sin darnos cuenta de ello, nos han convencido de que convirtiéndonos en mejores consumidores acabaremos con el cambio climático, pero, aunque estos gestos son necesarios, no son suficientes”. Claro que no. Hace falta repensar, resetear… por completo nuestra sociedad. Tiene que estar basada en una espiritualidad profunda que beba de las fuentes de las religiones tradicionales, hoy denostadas, para, con lenguajes y necesidades contemporáneas, dar luz a un mundo nuevo. Como decía Vandana Shiva, “sólo volver a una noción de lo sagrado podrá salvar a la Humanidad de sí misma”.
PAUL KINGSNORTH
Paul Kingsnorth es otro de esos creadores que no se corta a la hora de criticar al ecologismo convencional, enfrascado en una lucha estadística, mediante la razón, que no está conduciendo a ninguna parte. “Creo en los ciclos históricos. Las civilizaciones crecen y caen a lo largo de la historia. Tienes un gran crescendo, llegas al pico de la civilización y a partir de aquí cae por lo que sea: los recursos, el medio ambiente... y así una y otra vez”. En unos mil años, en su último libro, “Alexandria”, postrer bastión de su reciente trilogía, “hemos vuelto a la vida tribal deliberadamente, porque la civilización anterior colapsó a causa de lo que le habíamos hecho a la Tierra. Esta gente no quiere que vuelva a suceder, así que viven con mucha conciencia de la tierra y de los animales, poniendo límites a la tecnología”. Para Kingsnorth, sus libros son deliberadamente religiosos, más que ecologistas, y ha criticado duramente la fría razón y el lenguaje materialista con el que se expresa el movimiento ecologista convencional. Kingsnorth ha dicho: “Para los primeros grupos ecologistas fue una decisión pragmática adquirir ese discurso –el del utilitarismo, el crecimiento o el capitalismo– porque querían ser tomados en serio por el poder. Pero en muchos casos el poder acabó masticándolos y escupiéndolos. Los verdes necesitan ser muy transparentes en esto y dejar claro que no solo están haciendo frente a la tecnología y a los acuerdos políticos, sino que están contra toda la cosmovisión que existe detrás de las sociedades basadas en el crecimiento industrial: el progreso, el crecimiento, el antropocentrismo o el individualismo. Es muy difícil de hacer, pero es lo que hay que hacer”. Paul Kingsnorth fue durante muchos años un activista comprometido con la lucha por el medio ambiente y fue uno de los más activos informadores de The Ecologist. Luego, se dedicó por completo a su faceta literaria. Se confiesa creyente y vive alejado de las ciudades y de sus consecuencias. A través de todo tipo de proyectos, acciones e intervenciones, se enfrentó al desarrollo industrial desenfrenado y a los desmanes de un mundo empresarial empeñado en ignorar la crisis climática. Pero, con el paso de los años y al constatar que el movimiento ecologista comenzaba a centrarse en la idea de la «sostenibilidad» (en lugar de dedicarse a una auténtica defensa de la naturaleza salvaje), llegó el desencanto. Esto, unido a las incontrovertibles evidencias científicas relativas al cambio climático y la ausencia de reacción global entre la ciudadanía del primer mundo, le llevó a buscar un cambio de perspectiva radical que renueve la relación del ser humano con la naturaleza. Hoy, vive con su mujer y sus hijos en la campiña irlandesa procurando que su literatura sea capaz de mover y conmover hacia un verdadero amor por el mundo y el alma del mundo, algo que el ecologismo convencional no ha conseguido y que ha ignorado deliberadamente.
OLIVER LAXE
Otro de los artistas que ve el arte como una forma de redirigir la mirada del espectador hacia una luz salvífica y redentora (no en un sentido ni moral ni sentimental) es Oliver Laxe. Algunas de sus películas, como “Mimosas” u “O que arde”, son caminos insondables de profundidad densamente espiritual. Oliver Laxe vive por y para el rural gallego desde hace un tiempo. «Galicia es uno de los pocos espacios que quedan en Europa donde todavía hay tradición, o donde hay ese mundo tradicional. Cada vez es más sutil, pero sigue ahí”, señala. Habría que destacar que, probablemente, cuando Laxe se refiere a “tradicional”… no lo hace (o no sólo) refiriéndose a costumbres, antigüedad, etc. Sino, más bien, utiliza el término en un sentido guenoniano, o también guenoniano. Laxe, que ha recorrido medio mundo para rodar, ha vuelto a sus orígenes e insiste en la idea de que la tradición es uno de sus temas fetiche. O, más bien, “el choque entre la modernidad y la tradición”. De la filmación de “O que arde”, el artista señala: “Hubo momentos vividos con los bomberos muy bellos, había mucha admiración en el cruce de miradas”. Fue un golpe de realidad, porque «nos dimos cuenta de que la vulnerabilidad, el abandono del rural, el cambio climático, la falta de medidas políticas y la poca responsabilidad individual hacen que tengamos un serio problema ante nosotros». Ahora, Laxe intenta revertir todo eso aportando su grano de arena desde la rehabilitación de una aldea en Os Ancares. Una aldea donde, efectivamente, este criptosufi busca una idea de la ecología totalmente anclada en lo espiritual y en una belleza que va mucho más allá de lo material. Como dijo Laxe en alguna ocasión, hoy son los/as artistas los que han tomado el relevo que antaño tuvieron los maestros y maestras espirituales. Porque la religión ha sido defenestrada. Y, por otro lado, los/as artistas muestran sus obras a los espectadores y están presentes en los medios. Podría decirse que cambian las maneras, pero el mensaje es el mismo. Además, los artistas verdaderos, que entroncan con las ideas de la tradición (esta vez, el concepto sería puramente guenoniano), son capaces de renunciar a sus propias formas de hacer para que se exprese, a través de ellos, una creatividad que no es de este mundo, misteriosa y extraña, procedente del Cielo, quizás, que excede por completo aquello que podemos comprender con una visión materialista… Algo así como una melodía de Arvo Part, un cante por seguiriyas de Fernando “Terremoto” o una letanía de Nusrat Fateh Alí Khan.
Pedro Burruezo