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22 de mayo de 2024OPINIÓN/Pedro Burruezo
El “Gran” Nicolás
Nicolás no es un nombre muy frecuente. Los medios de masas, cuando se habla de Nicolás, citan a “El Pequeño Nicolás”. Pero Pedro Burruezo nos indica que hay otro Nicolás mucho más importante: Nicolás Olea. Estuvo en BioCultura BCN. Sus conferencias son magistrales.
Mis plantas de plástico murieron porque no aparenté regarlas
Mitch Hedberg 1968–2005
Hace unos años, saltaron a los medios las “hazañas” de “El Pequeño Nicolás”. El nombre de Francisco Nicolás Gómez Iglesias sigue resonando en redes y mass media porque Netflix le dedicó una serie en la que el piltrafilla explica cómo se lo montó para codearse con políticos, empresarios y aristócratas haciéndose pasar por noble. Engañó, suplantó y se rió de medio mundo. Y, para colmo, Netflix le dedica una apología. Es el colmo. Pero a quien realmente se le debería realizar un gran homenaje, por su incuestionable labor en pos del bien común, es al otro Nicolás, a Nicolás Olea, bien conocido de BioCultura y de su público, un hombre que, al frente de un equipo independiente, lleva décadas estudiando de qué forma la exposición a productos químicos nocivos puede alterar nuestra salud y nuestras conductas.
DISRUPTORES HORMONALES
Volvió a BioCultura. En este caso, a su edición barcelonesa. Y la volvió a liar. Porque, con un salero granaíno “que no se pué aguantar”, las afirmaciones de Nicolás Olea sobre los peligros que nos acechan tras los pesticidas, los retardantes de llama, los plásticos… son contundentes. Pero contundentes de verdad. Los empresarios hacen sus agostos. Los políticos miran hacia otro lado. Algunos científicos dicen que la ciencia es neutra y aséptica. Pero hay quien vela por el bien de la Humanidad (y de la Naturaleza) y nos muestra que los pesticidas han sido diseñados para matar y que los plásticos no son tan inertes como se pensaba. Los peligros de la exposición a disruptores hormonales son innumerables. Leer los libros y trabajos científicos de Olea y de su equipo es delicado si eres un poco hipocondríaco, pero alguien tendrá que decir las cosas claramente en este mundo de eufemismos y mentiras a medias.
DOS GRANDES ENCRUCIJADAS
Todo el mundo debería asistir a una charla de Nicolás Olea. Sus trabajos, apuntalados desde la evidencia científica, no dejan lugar a dudas. El asunto es de una gravedad absoluta y colosal. En mi opinión, en las próximas décadas la Humanidad se va a enfrentar a dos grandísimas encrucijadas de carácter iatrogénico/antropogénico. Por un lado, la resistencia a antibióticos. Una plaga de consecuencias bíblicas. Sólo en 2019, se calcula que casi cinco millones de personas podrían haber fallecido en el planeta por la resistencia de las bacterias a los antibióticos convencionales, de los que se hace un gran mal uso en la sanidad humana y en la ganadería industrial. Por otro lado, el terremoto que va a causar/que está causando la disrupción hormonal provocada por disruptores endocrinos escondidos en biocidas, bisfenoles, ftalatos, dioxinas, etc. Nicolás Olea ha sido uno de esos prohombres que se dedica a estudiar lo políticamente incorrecto desde hace mucho tiempo. Los resultados de sus investigaciones no son demasiado gratos para nadie, pero ha seguido insistiendo, pensando más en el beneficio de las generaciones futuras que en las condecoraciones y en las palmaditas en el hombro. Porque, al menos, tenemos derecho a estar informados. En las próximas décadas la exposición a disruptores endocrinos sembrará de tumores, enfermedades degenerativas y conductas anómalas el mañana de la Humanidad. Cuando eso ocurra (ojo: ya está ocurriendo), alguien nos avisó con rigor y con una sonrisa al unísono: “El Gran Nicolás”.
Pedro Burruezo