Pablo Bolaño no insiste esta vez en las nefastas consecuencias ambientales, económicas, sociales, paisajísticas… de la despoblación rural. Sino en las posibles soluciones. La agricultura y la ganadería ecológicas representan vías de futuro factibles y sencillas. Pero se requiere el apoyo de la administración pública…
Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha
Víctor Hugo
Los pueblos de nuestro país llevan décadas perdiendo población. Algunas comunidades autónomas lo viven con mayor presión. Y es que en algunas regiones este proceso ha llegado a ser alarmante. El territorio rural representa el 85% del territorio nacional. Sin embargo, sólo vive en él el 20% de la población. Las consecuencias del despoblamiento son diversas: afectan tanto a la población que reside en estas zonas como a la ciudadanía de las urbes. Y, además, el hecho de que haya pueblos vacíos significa que nuestros valores paisajísticos, culturales, ambientales, económicos… penden de un hilo. Y nuestra soberanía alimentaria puede irse al garete si no somos capaces de producir nuestros propios alimentos. De hecho, este proceso ya está en marcha. O regresamos a una cierta autarquía o nadie podrá detener la crisis climática…
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA E INICIATIVA PRIVADA
Francisco José Chaparro Díaz, escritor y abogado, acaba de publicar “La Andalucía vaciada”. En declaraciones a EFEAgro, ha comentado que “no hay una varita mágica que te dé una solución al problema. Andalucía es un territorio tan grande que cada comarca tiene sus peculiaridades. Sí es verdad que hay un elemento común y es el papel que tiene la administración pública, bien directamente incidiendo con sus políticas sobre el territorio o bien en relación con la iniciativa privada, que es la clave para poder entender este problema a día de hoy. Es fundamental que las políticas públicas se pongan en consonancia con la iniciativa privada; esto es, no sólo dotar a estos territorios de infraestructuras, sino también fomentar como caldo de cultivo que la iniciativa privada pueda florecer”. En este sentido, cabe destacar que la agricultura ecológica es capaz de ofrecer alternativas a la despoblación. Pero, como dice el citado autor, es fundamental que la administración pública no se dedique a poner palos en la rueda. Necesitamos políticos valientes que sean capaces de crear legislaciones innovadoras que comporten certificación pública y gratuita para los productores ecológicos; exención de IVA para los alimentos “bio”; una PAC que apueste realmente por la soberanía alimentaria, los pequeños productores y la agroecología; y una discriminación positiva para los alimentos ecológicos en comedores escolares, hospitales, guarderías, centros deportivos, etc.
EL RELEVO GENERACIONAL
Uno de los grandes problemas que asuelan a las zonas rurales es la falta de relevo generacional. Francisco José Chaparro señala que: “Sin duda. Cuando llega el siglo XX y la revolución industrial provocan un cambio en el modelo productivo, en la relación con la tierra… Se empiezan a parcelar los terrenos y aparece la maquinaria industrial. Esto hizo que se produjera un excedente de mano de obra y al mismo tiempo la aparición de los cinturones industriales en las grandes urbes. Y esto ha derivado en que, generación tras generación, década tras década, cada vez haya menos gente en el campo. Hoy día nos encontramos con una realidad tremenda, y es que hay muchos propietarios que, teniendo tierra para explotar, no tienen quien continúe con su oficio y tienen que mal venderla o agruparlas en cooperativas”. También en este aspecto la agricultura ecológica es capaz de aportar soluciones. Es prácticamente el único sector agrario que está incorporando jóvenes al campo y, además, en ese ámbito agroecológico la disparidad de género no es tan acusada como en otros universos profesionales rurales. Pero, como decíamos, hay que insistir en que la administración pública tiene que esforzarse por facilitar las cosas para la agricultura y ganadería ecológicas: grandes campañas de promoción en los medios generalistas, subvenciones a los productores para asistir a ferias nacionales e internacionales, becas para los estudios relacionados con la agroecología. Porque, seamos sinceros, ¿de qué hablamos cuando hablamos de transición ecológica? Si no estamos hablando de todo esto, no hay transición que valga: palabras que se llevará el viento tarde o temprano.
EL CASO DE LA COMUNITAT VALENCIANA
Lo publicamos recientemente en esta misma atalaya… Tal como recoge el informe con los datos de 2022 que presentó recientemente el CAECV (Comité de la Agricultura Ecológica de la Comunitat Valencia), “la media de edad de las personas que se incorporan a la actividad ecológica certificada es de 48 años, mientras que en la producción convencional se sitúa en los 64 años. Además, el 30% de las productoras ecológicas certificadas por el CAECV son mujeres, hecho que supone que en dos años se ha producido un incremento de la incorporación de la mujer al sector ecológico del 26%. A esta capacidad de generar oportunidades se le suma la rentabilidad económica del sector. Entre 2015 y 2022, el volumen de facturación del sector ecológico en el territorio valenciano se ha incrementado en un 372%, al pasar de 153,2 millones de euros a los 723,9 millones actuales”. Otro de los elementos claves es la alta capacidad geográfica del mismo sector, puesto que a estas alturas «la agricultura ecológica está presente en el 92% de los municipios de la Comunitat Valenciana. Es decir, de los 542 municipios que conforman nuestro territorio, 501 tienen algún tipo de cultivo ecológico generando así una gran herramienta contra el despoblamiento rural», indicó recientemente Isaura Navarro, “consellera” de Agricultura antes de que se diera el cambio postelectoral en el gobierno valenciano. Este pequeño milagro en la Comunitat Valencia ha sido posible, entre otras cosas, gracias al apoyo del gobierno de la comunidad, y en especial de la “conselleria” de Agricultura, a la agricultura y la ganadería ecológicas. Con el apoyo institucional, la aceleración del mercado es un hecho. Lo que tiene un sinfín de impactos positivos tanto en lo ambiental como en lo sanitario, lo social, lo económico, lo cultural y lo rural. Matamos un montón de pájaros de un mismo tiro (pido disculpas por un símil tan violento). Pero ahí estamos... La miopía de nuestros políticos y sus intereses cortoplacistas frenan el proceso. Poniendo en peligro la vida en el planeta y a las generaciones futuras. Digámoslo alto y claro: la agricultura ecológica es una de las pocas vías de salida que tiene el problema de la despoblación rural y otras de las grandes encrucijadas a las que nos enfrentamos
Redacción